Aunque su título pueda sugerir lo contrario, «La máquina del tiempo» no está basada en película o novela alguna. La idea de poder viajar en el tiempo fue, más bien, un pretexto para poder componer una obra para banda en estilos diferentes unos de otros. En este viaje temporal, traté de rendir homenaje a algunos de los compositores a los que admiro profundamente. Así, podemos escuchar, por ejemplo, melodías que nos hacen recordar a Haendel, Telemann o Bach en los «Tiempos Barrocos», un lenguaje próximo al compositor norteamericano John Adams en los «Tiempos del Progreso Científico» y a lo largo de toda la obra, guiños más o menos descarados en no pocas ocasiones al genial Gustav Mahler.
El tema con el que se inicia el primer movimiento representa «La máquina del tiempo». Este tema lo escucharemos a lo largo de toda la obra y nos hace recordar que el acercamiento que realizamos a estos tiempos remotos, tanto pasados como futuros, lo realizamos como meros espectadores que navegan por el tiempo subidos en esta prodigiosa máquina. A su vez, el repiqueteo constante de la marimba en tempo giusto, trata de describir la maquinaria del reloj.
En los «Tiempos de las cruzadas» aparecen dos temas principales. Por un lado, el tema del clero viene representado por una recreación de un organum primitivo contenido en el tratado medieval de música «Música Enchiriadis». Este tema se expone por primera vez cantado en latín por los músicos de la banda. Por otro lado, podemos escuchar unas trompetas en la lejanía que, a modo de fanfarria, realizan un tema que nos recuerda a la 1ª Sinfonía «Titán» de G. Mahler y que representa la guerra propiamente dicha. También nos recuerda al mismo compositor la marcha fúnebre que viene a continuación.
Los «Tiempos Barrocos» funcionan como una especie de interludio, ya que es el único momento en el que se interrumpe la continuidad del discurso musical. Comienza con una obertura a la francesa que termina con una cadencia al más puro estilo Bach, seguido de una fuga y recapitula con el tema de la obertura, pero esta vez tratado de una manera más contrapuntística.
En los «Tiempos del progreso científico» percibimos el optimismo de un ser humano joven con una fuerza y vitalidad imparables. Se asombra por todo lo que es capaz de hacer, así como de todo lo que va descubriendo mientras vive y envejece. A lo largo de este movimiento y el siguiente irán reapareciendo temas ya tratados, y en ellos podremos sentir que el paso (y el peso) de los años no ha sido en vano. Casi sin percatarse de ello, este ser humano se hallará en el ocaso de la vida, reflejado en los «Tiempos apocalípticos», que como su propio nombre indica, representan la decadencia, el sufrimiento, la destrucción y la muerte.
Juan A. Zapata
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